Zócalo de la Ciudad de Puebla

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Lucha Libre

28 de junio de 2016

[¿La primera vez que eyaculé?]

Al paso de los años y tanta educación sexual descubrí que la realidad es que no sabemos tanto como pensábamos. Y cuando escuché que alguien insistía con las ideas de que las mujeres tenemos próstata y esta eyacula de la misma forma en la que lo hacen los hombres me di cuenta que había bastantes cosas por descubrir. Y quiero compartir mi historia. 

Los deseos sexuales empiezan desde que nos adentramos a la pubertad, y es algo que simplemente sucede, por tanto es inevitable. Lo mejor que pudo habernos pasado fue conocer nuestro cuerpo de pies a cabeza; y lo menciono porque hay gente que sigue educando a sus hijos como si hacerlo fuera lo peor que exista sobre la faz de la Tierra. Afortunadamente ese no es mi caso, y tampoco diré que recibí tanta información en un canal directo de comunicación, sino que poco a poco fui investigando lo que hasta ahora sé. Los primeros cambios notorios de mi cuerpo los noté cuando tenía entre 9 y 10 años, y tuve la suerte de comenzar a reglar a una edad tardía, hasta los 15; lo cual por otro lado complicó una cirugía dental que tenía pendiente desde los 11, pero ese no era el fin de comunicarlo, la intención se dirige hacia las primeras veces que satisfice mis deseos sexuales.

No recuerdo una fecha exacta, aproximo que empezó a los 11 años, y el principal factor al que atribuyo estas acciones es a la naturaleza. Considero importante mencionar que aquí no prentendo hablar del placer que se obtiene cuando se tiene una pareja, será todo lo contrario; las historias que vienen con nosotros y nadie más conoce.

A lo largo de los años he experimentado diferentes deseos, ganas de más, ganas de menos, en soledad o acompañada, y tristemente sola es cuando la he pasado mejor; sé que esto no defiende el argumento de mi párrafo anterior, pero con esto quiero decir que la mayoría de mis compañeros en diferentes momentos de mi vida, han hecho todo por satisfacer sus deseos, pero no pasa de eso, y es entonces cuando recurro a jugar conmigo misma aunque sea en ese momento, para terminar como debiera terminar. Cuando conoces tanto tu cuerpo, o por lo menos eso pasa conmigo, necesitas por otro lado encontrar a una persona que piense como tú en lo sexual. Y supongo que ahí será cuando todo culmine realmente; donde el intercambio de energías será tan alto que querrás hacerlo siempre. 

No recuerdo haber recibido información en la escuela Primaria, Secundaria y Bachiller sobre la próstata femenina y menos de una eyaculación. Fue hasta los tristes 22 años que leí un libro que aclaró el panorama. Y es que tristemente vivimos en una sociedad que tras la conquista occidental nos cortó de tajo muchos deseos que acarrea la naturaleza y nos hizo miembros de una sociedad machista, reprimida, y carente de satisfacción sexual que era mal vista ante los ojos de una religión. Es lamentable que el sexo femenino siga siendo el más repercutido por estas ideas y aun así haya mujeres que ignoren el tema y sigan acatando las leyes que nos juzgan por el simple hecho de expresar nuestra libertad sea como sea que queramos ejercerla; y sobre todo que seamos ese factor indispensable para la reproducción. 

Cuando comencé a masturbarme como ya había mencionado a los 11 años aproximadamente, era presa de sensaciones deliciosas que hasta la fecha siguen sucediendo. Pero hubo una edad específica justo antes de mis primeros periodos, como a eso de los 14, donde el deseo sexual era increíblemente elevado. Y no solía ser una persona que tuviera parejas. Así que mi trabajo era en solitario. Después de la autosatisfacción nadie me dijo que eyacularía, y eso me pasaba, pero nunca lo supe. Lo peor de todo es que tampoco había información, y solo bastaba guardarte en la cabeza que tu cuerpo no era normal, porque tristemente nuestra sociedad consumista nos obligó a mirar con todo ese morbo acumulado en el cuerpo, alguna producción pornográfica que nos hacía soñar con sexo perfecto y estereotipos de sumisión asquerosamente interpretados. Pensaba que esos fluidos que llegaron a salir de mi cuerpo estando yo sumamente excitada era orina, porque la sensación que experimentaba era como si estuviera orinado. Pero se sentía delicioso. Una sensación que a futuro dejé de experimentar. Procuraba hacerlo en un lugar donde después pudiera limpiar, generalmente en el baño o con una toalla debajo del cuerpo tumbada en la cama. Alguna vez limpiándolo me di cuenta que no tenía color y mucho menos olía a pis, parecía que corría agua únicamente. Lo hice bastantes veces, pero a raíz de que comencé con los encuentros sexuales de la adolescencia, los olvidé por completo, porque nadie me dijo que era tan normal como respirar.

La eyaculación siempre se la atribuyeron al hombre, y el hombre fue quien investigó, nos enseñó y diseñó las ilustraciones del aparato sexual femenino que en la actualidad nos proporcionan durante nuestra educación, pero no quisieron enseñarnos una parte vital y que por siglos se reprime en las culturas occidentales; esa culminación de un acto sexual como tenía que ser naturalmente. Con dos cuerpos eyaculadores. Algo que para la sociedad es mal visto pues mancha la imagen de la mujer ante los ojos de la religión que más juzga nuestras acciones. Algo que la tacha como una puta, como la más sucia de las amantes. Una parte de nuestro cuerpo que se queda callada y no hay especialidad que la atienda. Y qué decir del punto G, el truco mercadológico de los últimos descubrimientos de los especialistas sexuales. Aquellos que se hicieron millonarios porque inventaron teorías disfrazadas para nuevamente someter a la mujer a una sociedad falocéntrica. Ocultando que el orgasmo femenino puede alcanzarse sencillamente con la estimulación del clítoris. 

Y es triste pensar que algo que descubrí por mis propios medios, dejé de hacerlo por miedo a ser juzgada; redescubrí y escuché a mujeres con las mismas experiencias, ahora tenga que ser estimulado nuevamente para hacerlo entrar en práctica. Es por eso que escribo esto, para compartir información de vital relevancia para nosotras y todos los hombres que se interesen en conocer más sobre nuestro cuerpo. 

No tiene más de un mes que conocí a Diana J. Torres en la presentación de su libro Pucha Potens: Manual sobre su poder, su próstata y fluidos”. Una escritora que habló sin pelos en la lengua e hizo ver que el tema es bastante normal, pero que aún escandaliza a mentes no susceptibles. Una plática de lo más genial con la confianza de sus oyentes. El resultado; un libro que fue recopilado con un trabajo de más de 7 años de investigación por sus propios medios. Un libro que dice mucho y tiene la plena intención de invitarnos a participar en ello, en este cambio necesario.

Es por eso que dejo junto a este escrito de forma personal, algunos fragmentos del libro de Diana, que en lo personal me parece cargan con un carácter fuerte y expresan mucha información. Estoy segura que ustedes, leyendo estas querrán leer todo el libro. De la misma manera anexo las páginas de su contacto, su sitio web y en link con el PDF del libro. Compártanlo lo más que puedan, dejen de callar su voz y reprimir su cuerpo. ¡A eyacular nenas!
Escrito por: Michelle Aguilar De León



Pucha Potens: Manual sobre su poder, su próstata y sus fluidos.
Inmediatamente comprobé así que mi intuición de buscar fuera de esta basura de sociedades en que vivimos en Europa (y el resto de lugares donde Europa destruyó lo anterior para imponer su mierda).

Un oasis en soledad es mucho peor que un desierto compartido.

Es por eso que desde mi libro y mis talleres, junto a otras muchas personas que desde los márgenes enfrentan el hecho de la eyaculación femenina como una batalla por la recuperación de nuestros cuerpos y sexualidades, intento hacer de este oasis un espacio colectivo y en expansión.

A pesar de ello, el grueso de la ciencia médica, las facultades de Ginecología, las instituciones culturales y todo el puto sistema educativo, han obviado, silenciado y negado este hecho. Tuvo que pasar medio siglo para que en 2004 el Comité Federativo de Terminología Anatómica renombrara a nuestra próstata, considerándola como sinónimo de la glándula parauretral o de Skene, dándole el calificativo de próstata femenina y situándola, no obstante, como parte del sistema urinario de la mujer a pesar de que la próstata del hombre está en el apartado del sistema genital. Tan absurdo como hablar de corazón masculino o femenino, pero al menos ya no andamos cargando el apellido de un ilustre señor en el coño, práctica que por otro lado, no es más que puro colonialismo corporal.

¿De qué nos suena eso de alguien que descubre algo nuevo para la sociedad occidental y le planta su apellido?

El sistema puede estar ocultando la verdad durante siglos, pero la verdad tiene una gran virtud: siempre está ahí.

Y hay una excusa bien estúpida para no llamar eyaculación al líquido que expulsan nuestras próstatas: no contiene espermatozoides… Bien, el que segrega la de los hombres tampoco tiene espermatozoides, estos no son generados en la próstata sino en los testículos y el líquido eyaculado simplemente los transporta, no los crea.

¿De cuando la idea de hombres y mujeres era tan ridícula como insostenible? Es curioso cómo la cultura puede llegar a extirpar por completo un órgano de algunos cuerpos: no requiere bisturí, solo repetir de forma sistemática o no decir la verdad, que en este caso viene a traer el mismo resultado.  



Una de las pruebas que llevó a cada vez más científicos a pensar que efectivamente tenemos próstata y no nos orinamos al eyacular, fue encontrar en las muestras de líquido eyaculado por coños un elemento clave: el antígeno específico prostático. Y además de este antígeno, el líquido eyaculado por las próstatas de cualquier género contiene básicamente fosfatasa ácida prostática y glucosa.

Obviamente, en una ciencia patriarcal y capitalista, todo lo que no sirva directamente para la reproducción, carece de importancia. 

Al negar por tantos siglos la existencia de la eyaculación de las mujeres, silenciar su conocimiento y condicionarlas a través de la cultura para que no eyacularan, lo que estaba haciendo realmente es ¡convertirlas en menos fértiles! Algo totalmente contrario a la idea de que nuestros cuerpos son los campos donde estos cabrones plantan la mayor fábrica de producción de capital: de más humanos.

El orgasmo vaginal es eso que durante siglos y siglos dio los dolores de cabeza más insoportables y los insomnios más agudos a gran parte de la medicina. Desde una visión falocéntrica del mundo, el hecho de que la gran mayoría de los coños no sean capaces de llegar al orgasmo con la mera penetración es sencillamente inaceptable. Una gran ofensa al pene todopoderoso, al falo capaz de vencer cualquier batalla en vertical, pero al que se quedan fuera de su rango de posibilidades las proezas horizontales.

La estrategia es muy simple: Mientras haya millones de mujeres tratando de hallarse el Punto G dentro de la vagina, ya sea mediante prácticas en solitario o acompañadas, haciendo ejercicios  complicados y retorciendo la sexualidad para encontrar lo inencontrable, habrá otros tantos hombres que habrán dejado de buscar el modo de que ellas tengan un jodido orgasmo de la forma más sencilla y dejando de lado sus pollas o lo que una sociedad falócrata esperaba de ellas: estimulando el clítoris. 

Todo lo que un día fue diferente se ha ido gradualmente pareciendo más a occidente y lo que no ha sucumbido a dejar de lado la cultura propia para injertarle la ajena, corre serio peligro de hacerlo.
¿Dónde quedaron traducidos los mitos sobre la mujer fuente, la mujer acuática, de la antigüedad? Su única interpretación posterior a la Edad Media fue para demonizar esa figura asociándola a la de la ramera, la mujer lujuriosa, demoniaca. Fragmento del Apocalipsis de San Juan: “Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas, con la cual han fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación”.

Nos cerraron el grifo en algún dramático momento del pasado. Va llegando la hora de volver a abrirlo. 

Cargamos con mucha mierda por culpa de esa idea de quienes nos han herido, ya pagarán, en esta vida o en la siguiente. Como con el cuerpo, delegamos nuestra responsabilidad de equilibrio, en cosas tan abstractas e inexistentes como el destino, la justicia universal, o dios.

Si lo que tu voluntad o tu identidad te impulsan a pensar o hacer va en contra del sistema, se te amenaza con la soledad, la traición, el malestar, el repudio, la violencia, la muerte (y un largo etcétera). Y no se trata de advertencias fútiles, efectivamente si no deseas estar adentro y se te nota, se cumplirán. 

La eyaculación no es pis, no es pis, ¡No es pis!

Desde la educación, la cultura, la publicidad, las películas, la conducta del resto de las mujeres que nos rodean, pasando por nuestras experiencias negativas cuando accidental o voluntariamente nos hemos salido del redil de nuestro género.

La palabra “sucia” cae sobre nuestras espaldas siempre que nos salimos de lo que el sistema espera de nosotras como señoritas o señoras pulcras. Es una palabra tremendamente connotada por el género. 

Nosotras somos interiores, emocionales, la procesión nos va por dentro, no explotamos, implosionamos, somos irracionales, y así es también nuestro deseo, difícil de entender.

Si pudiéramos follar en cualquier parte y no solo «intramuros» seguro que no lo haríamos en horizontal la gran mayoría de las veces.

No tengo el remedio para nada, solo el deseo de que nuestros cuerpos nos pertenezcan un poco más, de que seamos más sabixs, de que conozcamos al menos el hogar que habitamos de por vida.

El feminismo respeta las decisiones, los procesos y los cuerpos de cada cual, al menos el feminismo que a mí me interesa y me resulta revolucionario. 

El problema es que, además de la desinformación que hay acerca de la próstata y la eyaculación, desde la medicina estos sucesos son tratados como incontinencias. 

Construir con la palabra es también construir, es de hecho la forma más ancestral de fabricar cosas, no se puede crear nada sin haberlo pensado antes y nuestro pensamiento está hecho de palabras. 

Ya es de por sí difícil hacer que alguien se sienta interesado en su sexualidad desde visiones no tradicionales, como para encima andar ahuyentando con palabras mágicas creadas precisamente para eso, para retar la valentía humana. 

¿Una cuestión cultural la de la mujer latina orgullosa de ser ardiente, de estar mojada, a pesar de todo el veneno católico insuflado?

La cobardía es otro rasgo inequívoco de lo burgués y últimamente parece que Facebook se ha convertido en su mejor manera de tocarnos los huevos, los 300,000 que tenemos en los ovarios algunas mujeres. 

Estoy más que harta de que, sobre todo hombres, anden diciéndonos cómo funciona nuestro cuerpo, considero que aún no aprendieron a compartir este tipo de conocimientos desde posturas que no impliquen superioridad, que no impliquen «ven nena, que te voy a explicar una cosita que ya verás».
Estoy cansada de encontrarme con aprovechados que por haberse leído cuatro manuales andan por el mundo haciéndose pasar por los reyes de la eyaculación, lucrándose con ello y privando a los coños de otras formas de conocerse a sí mismos. En ocasiones incluso mintiendo y manipulando la información.  

Personalmente considero postpornográfica a toda representación que muestre gente «real» filmando prácticas no heteronormativas de su vida sexual habitual, dado que la ficción sería uno de los ingredientes clave de la pornografía comercial y en este tipo de materiales no se encuentra ni una pizca de ficción.

Texto: Diana Torres
Ilustración: MagnaFranse
Editorial: Papayita Ediciones
CONTACTO
http://yeswecum.org “Un lugar en el que la censura no podrá poner sus asquerosas manos”.

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