Zócalo de la Ciudad de Puebla

Zócalo de la Ciudad de Puebla
Lucha Libre

24 de marzo de 2013

[Joven: Encantador Putillo]

Joven adorable. De sentimientos puros. De alma limpia; que no peca por convicción sino por accidente. Joven que ilumina mi camino. 

Joven que desprende un circo de alegría. Que en cada palabra produce nuevas obras de teatro. Que cada plática convierte en un concierto sinfín.

Usted es ese joven por el cual deseo despertar hermosa. Aquél a quien mi mirada busca cada mañana. A quien deseo abrazar en cada madrugada. 

 Joven a quien busco ayudar en su lucha de salir adelante. Aquél que cada día lucha contra las adversidades que la vida le presenta. 

Mi joven, el encantador putillo que veo a diario. Encantador en su mirada y sus acciones. Que sabe ser encantador, todo un caballero.

Joven al que no adoro porque no he tenido la oportunidad. Al que deseo abrazar siempre que tenga problemas y cuando lo inunde la felicidad.

Aquél que se define como apuesto y seductor. Que no es más que un buen amigo que mueve la atmósfera de mi ambiente mañanero. Es él, bello. 

Es él, perfecto. Al que le escribo porque me inspira. Al que siento porque me invita. Al que acompaño porque me incita. 

Un ser humano más que para mí puede ser el mundo. Su entera dedicación mueve mi inquietud. El máximo resplandor de alegría que inunda mis días. Aquél hombre perfecto que ve en la estética de los movimientos su forma de vida. 

Que te agradece sin palabras cada expresión y acción tuya. Con una mirada. Puro, blanco y liso. Aquél que vive en un mundo difícil y sin embargo lo ve perfecto; es feliz y lo sabe. Hasta yo lo sé.

Quien es criticado por quienes no ven el mundo como el lo percibe. Aquél a quien he logrado entender porque he vivido algo parecido. 

Mi joven encantador a quien deseo abrazar cada noche fría y aún no puedo. Al que quiero tomar entre mis brazos para acurrucarlo y cantarle una canción hasta que duerma. 

A quien nunca he tenido tan cerca de mis labios y solo busco atender en su sonrisa. A él, a mi joven. A quien veo con tanta conmoción. 

A él, a quien siento en cada parte. Con su mirada. Con sus manos. Con su cuerpo en movimiento. Con su voz. A su encanto. Su sencillez.

A su pretensión de ser grande. A su grandeza en conjunto. A su sueño. A su momento. A su atención. A su historia y a su origen. 

A él, como ser humano perfectible. Con defectos sin importancia que otros captan como grandes debilidades. Que con sus pasos ilumina el suelo.

A él, a mi joven. Le deseo el mayor éxito en la vida. A mi joven le digo que no se rinda. Que sepa crecer cada día. Que siga siendo feliz. 

El encantador putillo que seguramente aguanta tantos golpes debido a su fortaleza. Que se libera con cada palabra. Que baila con cada canción. 

Que mira en cada uno de nosotros un mundo nuevo por descubrir. Que me ha descubierto a mí y busco hacerlo feliz. 

Con una mirada, con una comida, con una canción, con unas letras, con una sonrisa, con un baile, con un abrazo. Con una frase de despedida. 

Con un deseo de bienestar suyo. Con él bien. Con él sano. Con él feliz. Con él ingenioso, como siempre. Con él a un lado, hablando. 

Con los años. Sanos, felices y bailando. Felices y cantando. Felices y charlando. Así tú y yo mi encanto. Así tú y yo...




Escrito y Fotografía: Michelle Aguilar De León

8 de marzo de 2013

[Y Los Pájaros, serán árboles, en lo idéntico, de la soledad...]

En tu nombre veo el cielo. En tu nombre veo la tristeza. En tu nombre veo la dureza. ¡En tu nombre veo a un pájaro!

¿Quieres verme un rato? ¿Quieres jugar? ¿Quieres llorar? ¿Quieres decir algo? ¿Quieres cantar? ¿Quieres bailar? ¿Quieres seguir viéndome con dulzura? ¿Quieres morderme hasta mañana? ¿Quieres callarlo? ¡¿Prefieres gritarlo?! ¿Crees sentirlo? ¿Buscas desearlo? Aguántame un rato más, ¿Puedes seguirme mirando?

En tu nombre veo a un pájaro que se convierte en árbol. En tu nombre veo soledad. Una perspectiva en dimensión de la cuál no suelo estar segura. Por ahora llueve rencor, tristeza, miedo, retos, el cielo y los truenos. Llueves tú y llueve tu nombre. Llovías ayer y lo harás mañana. 

Llueves cada vez que los pájaros se ocultan entre los árboles; te preparas y corres para llover en otras partes. Inundas (tú y tu nombre) la noche con soledad y silencio. Más tristeza, sin cantos, llano, abrumador.

Sigue lloviendo que quiero escucharte por la mañana y por la tarde. Sigue dejando callada la noche que siempre descanso y no busco encanto. Llueve en los instantes que he de necesitarlo. Llueve más que quiero encontrarte. 

Si no hubiera árboles, jamás lloverías; solo emigrarías y tu amor perdería. Inunda mis penas con tus agonías y llena mis días de inmensa alegría. 




Escrito por: Michelle Aguilar De León

7 de marzo de 2013

[Mi Embrollo Inaguantable]

—Mamá, tengo que hacer tarea. Por favor, llega pronto para que vayamos con la abuela, recuerda que me toca quedarme a cuidarla. —Colgó  la bocina. 

Pasaban las ocho de la noche, un frente frío azotaba Puebla, ella; tan dedicada y enfocada en miles de objetivos y proyectos, se repetía una y otra vez:

—Tu puedes guerrera, sois tan fuerte y tan patética.

—¡Déjate de pendejadas y apúrate que ya es tarde! —Grito su madre—. Jamás en tu vida fuiste guerrera. 

Ella, como tú; siguió las ordenes de manera cautelosa. No quería dañar a nadie. Buscaba ser un soporte que lograra el equilibrio entre las razas. Aquellas razas referidas a su núcleo. Sí, su núcleo familiar. Jamás pensaron que estuviese dañada, sólo parecía comportarse de manera indiferente. 

—Mamá, ya saludé a la abuela. Necesito decirte algo. 

—¿Aja?... Apúrate que ya casi regreso a casa —Respondió con repudio—. 

—Quiero entrar a clases de danza. Más específico a danza coreográfica. Creo que me encanta bailar. 

—¡Vete a la chingada!. —Lagrimeó ella. Suave, sin querer—. Ya me voy. 

En su cabeza (durante la madrugada) sonaban las frases despectivas que le cerraban candados. Las frases que le impedían la búsqueda de su identidad. Se sentía sola. Abrumada. Infeliz. Triste. 
Se refugiaba en el arte, su amigo íntimo, su querido y adorado arte. En el, encontraba y resolvía misterios; sus propias incógnitas, sus pasiones prohibidas, su vida y su identidad. 

Por las mañanas corría con la suerte de ir a la Universidad. Por las tardes, le daba importancia a su instrumento, sus letras, sus obras, sus pinturas, su danza. A veces a su familia; una familia deshecha, triste, sin corrección en su camino. Una familia más, destrozada por los intereses capitalistas y la lucha que día a día se venía presentando en el País. Ya en el mundo. Sin cuidado. Matando sin piedad. Alimentando el deseo de tener entre las manos el gran dinero. El señor dinero, el maldito dinero. 

—Me siento mal. Mamá, ayúdame. Llévame con la Doctora —Repitió ella cansada, sofocada—.

La vida se me va en gastos contigo. Solo sabes hablar para pedir. Soy yo quien tengo que mantenerte a ti, a tu abuela y a tu tío. De verdad que yo ya no tengo vida propia. ¡Me tienes hasta la madre!. 

Desecha y enferma lloraba suave. No quería ser escuchada, por eso callaba. Ahogaba sus penas en el viento; aquél viento que era testigo de la injusticia de desquite cometido hacia su inocencia y perseverancia. 

Llegó el primer golpe bajo la mano de su madre. Ya le había abierto el labio...

—¿Por qué no contestas? ¿Acaso eres estúpida?. 

—¡No te estoy haciendo nada, deja de desquitarte conmigo! —Grito llorando—.

Bastante hiciste con nacer, pero sigues aquí. A tu edad, yo ya trabajaba y mantenía a tu abuela. Si tu padre siguiera con nosotros la historia sería muy diferente. ¡Todos me tienen harta! Ya está bueno de que: Tú, tu hermano, tu abuela -mi propia madre-, tus tíos y hasta mi jefe me quieran ver la cara de pendeja. 

A ella le brotaba la sangre de sus labios. Labios que no tardaron ni cinco minutos en tomar un volumen bastante espantoso. Labios y sentimientos heridos. 

—!Quiero morirme ya! Estoy esperando el día en que un puto carro me estrelle en la autopista y dejarte para siempre. Esta situación me tiene bastante mal. Por ustedes no soy feliz. 

Seguía llorando. Con más lágrimas y más escurrimiento, con suspiros; con lamentos. Enferma, grave, lastimada. Rota por dentro y por fuera. 

—!Ahí espera a la Doctora! Al rato regreso. 

La dejó llorando en el frío. Sin cubrirla, enferma y sangrando; con personas a su alrededor que comenzaban a mirarla extraño, comenzando con el cotilleo. 

—Jamás volverá. Creo que se ha ido. —Repitió ella—. Se está haciendo bastante tarde. 

Regresó a casa sola, llorando e intentando cantar. Con los labios hinchados, con espíritu de guerrera. Enferma y cabizbaja. Con ganas de refugiarse en el arte. Con ganas y deseo de sacar sus penas escribiendo. 

Lo hizo, y este fue su resultado. 




Escrito, Dibujo y Fotografía: Michelle Aguilar De León