Zócalo de la Ciudad de Puebla

Zócalo de la Ciudad de Puebla
Lucha Libre

17 de marzo de 2018

[Aquí y ahora]

Quisiera poder escribir esto en absoluto silencio; con el pasar de los años entendí que los ruidos tenían que ser parte habitual de mis rutinas. Es noche y siento tristeza, me siento llena de emociones y no sé cómo expresarlas. Estoy escribiendo de la peor manera y sin el mayor detalle como antes solía hacerlo. También quería llamarle a él, porque me entiende, pero supe que no tendría la suficiente destreza para atender a mi llamado de extraño clamor esta noche. Por eso decidí escribir. Tenía más de un año sin hacerlo, porque no encontraba el propósito y es ahora cuando veo necesario hacerlo. Pero, ¿a quién escribo? Probablemente haya quien se de el tiempo de leerme. Incluso es probable que nadie lo haga, y estoy acostumbrada a eso desde que descubrí que jamás tendría oportunidades de figurar entre altas esferas culturales literarias. Y es obvio, no tengo técnica. No hay versos, no hay figuras que exalten el arte de las palabras que otros se encargaron de enaltecer tiempo atrás. Cada vez se me está haciendo más difícil la idea de separarme de lo que alguna vez soñé con ser. Siempre quise ser artista. Intenté música y letras. Me hice adicta a la cinematografía y admiré las artes plásticas. Todavía persigo un sueño anexo a lo anterior: Hacer una buena película que probablemente retrate la mayor parte de mi vida.

Hace unos minutos mientras alimenté al gato así sin más, empecé a agradecerme a mi misma porque he sido feliz. He hecho la mayoría de las cosas de forma consciente. Nadie tuvo que decidir por mi. Me he dado el permiso de amar sin pedir nada a cambio y he amado aun más cuando tuve que aceptar que un día tendría que perderle ¿Por qué debe ser tan injusto este proceso? ¿Por qué debería de perder lo único que he amado con tanta fuerza? Eso ni yo lo sé. Solo sé que así funciona la vida.

Un trago de Yolixpa me fue suficiente para amenizar el escape en un rincón urbano de mi ciudad; por un lado observé sujetos con las mejores intenciones de hacer amigos, y así fue. Por otro lado observé a gente que cargaba en su cuerpo un exceso de drogas tan alto que la única forma que tuvieron de expresar su odio hacia su realidad fue gritar mierda en lapsos prolongados. Por otro lado encontré dos buenos amigos con quienes disfruté la proyección de la noche, sin embargo escuché sin intención alguna sobre sus comentarios hacia unas muchachas, que les parecían simpáticas y eran de buen ver, por tanto pensaban en cumplir su objetivo de la noche. Caza y conquista. También conocí a un sujeto al que no le conocí la voz. Nunca pude captar su frecuencia sonora porque no la hubo. Sin embargo lo noté con sus ganas de interactuar. Creo que le faltó librarse un poco de su máscara y postura de querer quedar bien; y lo entiendo, era un proveedor de cerveza artesanal del lugar. Hubo gente que no tuve oportunidad de conocer y simplemente no se prestó el caso, y también me vi naturalmente obligada a no querer interactuar con quienes se ocuparon de exaltar ídolos contemporáneos para tratar de justificar cómo debería funcionar la sociedad, cuando la respuesta siempre ha estado frente a sus propios ojos. Así funcionan las cosas.  

Volví a casa con muchos sentimientos encontrados, pasé de un rincón urbano de escape, a la prisión de mi colonia. Me di cuenta de como las fuerzas policiales junto con el ejército de la nación se han estado encargando de alejarnos cada vez más y más de las altas. Los riquillos, porque así los vemos, como los otros, ajenos a uno. Aquellos que nos dan de comer, y por cierto cada vez nos tienen más gordos a ojos de otros y a ojos de nosotros mismos. Los que mueven y exigen condiciones de limpieza social y siguen tratándonos tan marginalmente como si no sirviéramos de mucho. He visto marchar diariamente a las personas que limpian sus casas y regresan con el lomo partido a darle de comer a los suyos. Ellos no viven con patrullas intentando cazarlos día tras día, noche tras noche. Ahora también debo soportar que un helicóptero vigile mi colonia como si eso pudiera hacer mi vida más amena. Pero como estoy segura debería estar feliz. Y debería hacerme feliz no poder actuar como ser humano. Y debería callarme, ignorar y seguir con mi vida. Y entendí que así funcionan las cosas. O así hemos hecho que funcionen y sigan funcionando. 

Tantos años de evolución me han permitido ser lo más infeliz posible. No tengo nada, no tengo a nadie. Debería alegrarme que estoy próxima a conseguir un título universitario. Pero solo entiendo que ello hará feliz a algunos cuantos. La alegría durará las dos horas prolongadas a la comida de celebración. Después la gente olvidará que soy profesional porque no ejerceré. No me gusta mi carrera, no me gusta mi presente laboral. Tengo tanta ambición, pero no tengo los medios. Tengo tantas ganas pero no tengo el talento. Y así con lo positivo se alimenta esa pequeña parte de mi país que puede gozar de placeres culturales sin más ni más. Debería empezar a preocuparme por encontrar un oficio que sirva a los de arriba, porque aquí abajo he de verme soberbia, y seguramente ya cansé a mi séquito de ignorantes. Por cierto hoy comimos frijoles con arroz, cumplimos con nuestro cuerpo y sus niveles nutritivos. Pero le fallamos a las clases porque comimos como pobres y no tuvimos tiempo de exhibirlo porque nos dio pena. A mi madre le da pena invitar a gente a comer a la casa cuando tenemos eso. Y la entiendo, debe verse mal ante los ojos que tienen igual o menos que nosotros. Hemos de vernos como aquellos que gastan en alimentos perfectos, estéticos. Porque así funcionan las cosas. 

Estéticamente no me quejo, siempre he admirado la belleza de lo masculino, femenino y curiosamente lo animal. Pero me siento inútil con mi imagen, no me produzco porque nunca me ha interesado llamarle a otros por ese medio. Cuando estas apto para una competencia tómala, si no solo retírate con mucha dignidad. Y contempla como los otros le sacan el provecho a eso. Al menos me ayuda a sentirme menos usada, menos interesante, menos fingida y trabajada contra todo ello. Aunque a veces es obligación, cuando consigo un empleo, cuando salgo, y cuando busco aceptación en tiempos cortos por mera diversión. Extraño solo tener que ser yo cuando no era nadie. Extraño mi soledad creativa, extraño mi libertad espacial. Extraño soñar en grande con tan poco. Aborrezco escuchar de mis amigas que buscan operar su cuerpo, estar en dietas para sentirse cómodas con su sexualidad y respectivas parejas. Odio tener que justificar mi permanencia lejos de casa. Me aburre entablar diálogos sobre el por qué debería alejarme de la persona que me hace daño a ojos de los demás. Siempre he dicho que la realidad es efímera pero ahora debería empezar a entender que todo ello da como resultado el presente. 

¿Qué debería de hacer? Supongo que hacer caso a este presente, actuar como si mi realidad fuera normal. Escapes, algunas salidas, entregar el corazón a quien deba de aprenderle algo. Amar sin razón, sin ataduras. Ya habrá un loco para mi por ahí. Creí firmemente en haberle encontrado, pero la vida se encargo de quitármelo sin aun haberle conocido tanto. Aún así no tengo ganas de mucho. No tengo en realidad ganas de nada. Y así también tendría que empezar a hacer algo, solo que aún no sé qué. Y supongo que es normal después de crecer entre tanto egoísmo. Químicamente me considero de cuerpo y mente alegre, pero nunca había tenido tan claro que solo es parte de un espacio, de un tiempo, y de un esfuerzo que monetizará la garantía de querer ser como ellos, a los que no se les aísla para seguir ignorando lo destruida que está ya la base social. Seguiré leyendo y discutiendo ciudades utópicas, seguiré amando, seguiré equilibrando las nuevas experiencias con mi realidad. Solo sin salirme de muchas ambiciones pero aceptando el camino en que por desgracia fui puesta sin haberlo decidido. Y no hay parábolas, hay circunferencias y son reales. Pero seguiré creyendo de mis tan confiados y silenciosos amigos; los libros. Tanta imaginación y tantas posibilidades. Es cuestión de darle necesidades y usos básicos al cuerpo. Cambiar de espacios y tiempos, aprender y entrar a la terrible competencia; confundir a nuestra mente transitando de la vieja idea de cumplir objetivos diarios con el único fin de sobrevivir. Ya veré que me depara el futuro, mientras tanto una bonita melodía...



Un poco más - Álvaro Carrillo 


Escrito por: Michelle Aguilar De León