Zócalo de la Ciudad de Puebla

Zócalo de la Ciudad de Puebla
Lucha Libre

7 de marzo de 2013

[Mi Embrollo Inaguantable]

—Mamá, tengo que hacer tarea. Por favor, llega pronto para que vayamos con la abuela, recuerda que me toca quedarme a cuidarla. —Colgó  la bocina. 

Pasaban las ocho de la noche, un frente frío azotaba Puebla, ella; tan dedicada y enfocada en miles de objetivos y proyectos, se repetía una y otra vez:

—Tu puedes guerrera, sois tan fuerte y tan patética.

—¡Déjate de pendejadas y apúrate que ya es tarde! —Grito su madre—. Jamás en tu vida fuiste guerrera. 

Ella, como tú; siguió las ordenes de manera cautelosa. No quería dañar a nadie. Buscaba ser un soporte que lograra el equilibrio entre las razas. Aquellas razas referidas a su núcleo. Sí, su núcleo familiar. Jamás pensaron que estuviese dañada, sólo parecía comportarse de manera indiferente. 

—Mamá, ya saludé a la abuela. Necesito decirte algo. 

—¿Aja?... Apúrate que ya casi regreso a casa —Respondió con repudio—. 

—Quiero entrar a clases de danza. Más específico a danza coreográfica. Creo que me encanta bailar. 

—¡Vete a la chingada!. —Lagrimeó ella. Suave, sin querer—. Ya me voy. 

En su cabeza (durante la madrugada) sonaban las frases despectivas que le cerraban candados. Las frases que le impedían la búsqueda de su identidad. Se sentía sola. Abrumada. Infeliz. Triste. 
Se refugiaba en el arte, su amigo íntimo, su querido y adorado arte. En el, encontraba y resolvía misterios; sus propias incógnitas, sus pasiones prohibidas, su vida y su identidad. 

Por las mañanas corría con la suerte de ir a la Universidad. Por las tardes, le daba importancia a su instrumento, sus letras, sus obras, sus pinturas, su danza. A veces a su familia; una familia deshecha, triste, sin corrección en su camino. Una familia más, destrozada por los intereses capitalistas y la lucha que día a día se venía presentando en el País. Ya en el mundo. Sin cuidado. Matando sin piedad. Alimentando el deseo de tener entre las manos el gran dinero. El señor dinero, el maldito dinero. 

—Me siento mal. Mamá, ayúdame. Llévame con la Doctora —Repitió ella cansada, sofocada—.

La vida se me va en gastos contigo. Solo sabes hablar para pedir. Soy yo quien tengo que mantenerte a ti, a tu abuela y a tu tío. De verdad que yo ya no tengo vida propia. ¡Me tienes hasta la madre!. 

Desecha y enferma lloraba suave. No quería ser escuchada, por eso callaba. Ahogaba sus penas en el viento; aquél viento que era testigo de la injusticia de desquite cometido hacia su inocencia y perseverancia. 

Llegó el primer golpe bajo la mano de su madre. Ya le había abierto el labio...

—¿Por qué no contestas? ¿Acaso eres estúpida?. 

—¡No te estoy haciendo nada, deja de desquitarte conmigo! —Grito llorando—.

Bastante hiciste con nacer, pero sigues aquí. A tu edad, yo ya trabajaba y mantenía a tu abuela. Si tu padre siguiera con nosotros la historia sería muy diferente. ¡Todos me tienen harta! Ya está bueno de que: Tú, tu hermano, tu abuela -mi propia madre-, tus tíos y hasta mi jefe me quieran ver la cara de pendeja. 

A ella le brotaba la sangre de sus labios. Labios que no tardaron ni cinco minutos en tomar un volumen bastante espantoso. Labios y sentimientos heridos. 

—!Quiero morirme ya! Estoy esperando el día en que un puto carro me estrelle en la autopista y dejarte para siempre. Esta situación me tiene bastante mal. Por ustedes no soy feliz. 

Seguía llorando. Con más lágrimas y más escurrimiento, con suspiros; con lamentos. Enferma, grave, lastimada. Rota por dentro y por fuera. 

—!Ahí espera a la Doctora! Al rato regreso. 

La dejó llorando en el frío. Sin cubrirla, enferma y sangrando; con personas a su alrededor que comenzaban a mirarla extraño, comenzando con el cotilleo. 

—Jamás volverá. Creo que se ha ido. —Repitió ella—. Se está haciendo bastante tarde. 

Regresó a casa sola, llorando e intentando cantar. Con los labios hinchados, con espíritu de guerrera. Enferma y cabizbaja. Con ganas de refugiarse en el arte. Con ganas y deseo de sacar sus penas escribiendo. 

Lo hizo, y este fue su resultado. 




Escrito, Dibujo y Fotografía: Michelle Aguilar De León

No hay comentarios.:

Publicar un comentario