CAPÍTULO I
Solo lo noté
-Es hora de ir a clases!- Gritaba mamá como cada mañana en la que mis ojos aún hundidos de tanto sueño podían mirar la luz del día.
-Ya voy! - Contestába irritada de aquellas llenadoras ganas que me movían hacía la temible y añorada alma máter; parece que me esperaba un río de agua viva lleno de conocimientos diversos que no podían quedarse solo comentados, más bien, creo yo tenía que redactarlos. Sentía que aprendería un poco más, creo que dió resultado al final de cuentas.
Un día normal, adelante Lidia, atrás Diego, a mi izquierda Aurora y a mi derecha Patricia. El frente maligno a cada hora, maestros tan distintos que tenía ganas de pararme y huir al escuchar tan disonantes comentarios de los unos y otros. Según yo finalmente ocurría algo que llamaría concordancia, lamento decir que al fin de mis días nunca pasó.
-A ver ignorantes filósofos, es hora de acordar la evaluación semestral - Creo que el profesor de pensamiento crítico se cargaba tanto las ganas con nosotros que le daban ataques tan anormales como cuando cada persona se sumerge en un estado de depresión que arreabata lo más profundo de su ser hasta volverlo completamente oscuro. Eran etapas finales y deseaba nunca más volver a verlo.
Así fue con cada uno de ellos, seis incontrolables personas ancianas fuera de control, que sin más ni más les debo una educación con frutos comprendidos, razonados y aplicados a una vida que probablemente en un futuro me tocaría comprender; me ayudaron a encontrar un sentimiento que emergía de una chispa sin avivar.
La llegada a casa era común y normal como todas, acompañada de un raro sentimiento que probablemente nunca despertaría mis intereses. Además nunca le tome sentido, era solo un acompañante más de mis días que si de por sí eran raros, esto los volvía tan poco importantes.
- Y uno, dos, tres, cuatro! Se están atrasando metales!- Decía el director principal, alguna mirada mía era la que culminaba con esa forma de trabajar para decir que estaba en un serio problema o tal vez la cuerda de mi guitarra necesitaba ayuda profesional de semejante músico que preparaba un espectáculo del cual yo sería participe, y no solo eso, sino solista. Tu sabes, las metas de todo músico.
Me exclamaba todos los días si este sería un momento para buscar, encontrar y concretar el éxito y la fama que mi nombre había creado y bajo el brazo de quien se encontraba todo este trabajo. Mi mente y mis manos trabajaban cada noche para que ese solo fuera perfecto. Para que aquel individuo que estaba a uno metros de mí se sintiera tan ogulloso como cuando un hijo dice "zozobra". Era probable que ni siquera fuése de gran importancia más que mi presencia como un colaborador extra de su éxito culminando una etapa tan madura de su vida.
Cada día después de clases llegaban estos momentos tan incómodos y poco comunes. Opiniones dudaban que fuera yo en quien esa persona se fijaba y acordaba momentos, situaciones y actitudes hacía yo misma. Y que solo era un problema de mi mente e imaginación habitual como cada día.
-Creo que me estoy sintiendo rara- Decía cada noche después de los ensayos antes de debutar en el gran concierto; y así pasaron una gran cantidad de días. Es más, a veces dejaba de atender mis asuntos con la escuela y mis trámites legales del pronto ingreso a la Universidad, pues poco o mucho me cegaba un extraño sentimiento. Los momentos eran diferentes, incómodos pero con sentimiento. Nunca traté de llamar su atención pero siempre me daba a entender algo con esa mirada que mi mente confundía con una llamada de atención o unas ganas de decirme lo que ni mi madre imaginaba al momento de casarse.
Yo sabía que era grande, y que algún día revelaría sus sentimientos contra los míos, aunque en esos instantes y tiempos eran un poco fugazes y nunca llamaban la atención de nadie, ni del propio director, ni de la propia niña ilusa y semental que allí se encontraba.
Momentos de repentina coincidencia eran lo que confundían a mi corazón, pues las preferencias, platicas y comentarios se volvieron tan importantes para mis ojos y oídos. Era probable que me estuviese enamorando de la persona equivocada; y quien pensaría eso más que yo misma y mi poco infiltrado corazón que a duras penas sabía perdonar a un extraño antiguo que jamás llegó a nada.
Mi vida colapsaba y se convertía en un gran barril de preguntas y ganas de verlo como cada día, a tan solo unos metros, comportándose como aquel caballero que llegó a arrancar una parte de mi tiempo, alma y sobre todo éxito que rodeo a mi persona. No sabía a lo que me estaba enfrentando pues era un maremoto lleno de complicaciones, asuntos, vida, y lo más doloroso una familia. Era probable que mi enamoramiento se estuviera volviendo en adicción, atracción o locura.
CAPITULO II
¿Qué tengo que hacer?
-Lidia!! Lidia!! Compañera de atril! Ven, tengo que decirte algo, pero promete no decirlo a nadie, confío en tu palabra!- Le decía antes de comenzar el ensayo.
-Claro Rosario dime, estás en confianza.
-Fíjate que me siento algo rara, podría decir enamorada.
Lidia ponía cierta cara de sorpresa que no puedo describir con perfección. -¿Enamorada? A estas alturas de tu vida, eres una chamaca tonta que se cree artista y famosa, ni tienes tiempo de amar a una persona.
-Pues sí Lidia estoy enamorada, y sabes que con esa actitud no pienso ni decirte de quien, y te quedarás con las ganas de saberlo- .
Era probable que Lidia me dijera todo eso al ser tan egocéntrica, riquilla y con un novio que cualquier niña de nuestra edad desearía.
Mi enojo hacia Lidia fue evidente durante la práctica musical de la tarde del viernes. Nunca más le hable hasta la presentación del show tan espectácular que estabamos preparando. Ese show que con tanto cliché me llevaría a vivir algo de lo que mi madre nunca me había contado.
Fue evidente la falta de concentración del director durante esos momentos; obvia era la intrigación que estaba yo sintiendo al verlo sufrir de tal manera que decidí no atender a todo aquello que le estaba proporcionando de interés a mi solo y a mi ejecución llena de sentimientos puros y compartidos.
- Rosario! - Con una voz madura, atractiva y varonil que llamó a mi cuerpo en un dos por tres.
- Mande director- Respondí alegremente.
- Terminando este ensayo aproximadamente en unos 20 minutos quiero hablar contigo por favor-
- Claro señor- Comencé a responder con timidez.
-Y uno, dos, tres, cuatro... muy bien metales, muy bien, aguas Rosario, el solo entra a contratiempo, ya habíamos hablado de eso; necesito que venga corregido a partir de mañana. No quiero perder más tiempo dandote indicaciones-.
Mi mente comenzaba a confundir DO con amor, RE con pasión, MI con aventura, FA con fantasía, SOL con silencio, LA con sentimiento y SI con ganas de arrebatarle un beso a semejante criatura.
-Bien Rosario, muy bien esta sonando, gracias-
-Ha terminado el ensayo, pueden ir a casa, nos vemos mañana-. Dijo con tanta alegría. Después lanzó una mirada pícara hacia mi atril y me indicó que tenía que acompañarlo al lugar más íntimo para él y su profesión más que perfecta.
Sonó la puerta tan vieja y de madera chillante al tronar su interior. - Pasa- me dijo.
-Claro-. Noté que el auditorio estaba casi vacío, solo quedaban personas limpiando sus pequeñas flautas y los percusionistas acomodando aquella batería que interpretaría un suave y delicado swing el día de la presentación.
-Podrás cerrar- dijo el director.
-Sí- Caminé hacia la puerta y me sentí un tanto incómoda, pues me veía de una forma como diciendo que es lo que quieres.
Regresé y me senté en una silla cerca de él y como si nada empezamos a platicar.
-Que pasa Rosario, casi no te trato mucho pero algo te pasa, las dificultades de montar tu solo nunca se habían presentado con un músico como tú; además tu cara y expresiones se ven necesitadas de algo, un elemento que no sé como decifrar. Tienes una gran experiencia en este lugar y con tu instrumento que para mí perderte sería dejar un diamante en bruto por el mundo de la música y el éxito. ¿Qué pasa? Puedes decirme lo que quieras-.
Tomó mi mano, e inmediatamente cambie de expresión a algo tan extraño como el ver a un fantasma en medio de la noche. Era suave y cálida como sus buenos sentimientos. Su mirada penetraba la mía y pedía cierta explicación que en ese momento no estaba lista para formular y confesar simultáneamente.
-Na na nada Director, de hecho todo está muy bien, solo que ando un poco preocupada por cuestiones de la escuela, mi ingreso a la Universidad y esas cosas ya sabe-. Sonreí.
-¿Es el motivo de tu felicidad? Tu preocupación, no entiendo...-
Dentro de ese momento surgió uno de los silencios más incómodos de mi vida y mi existencia.
-Yo estoy mal, preocupado y solo; dime que te pasa, esa cara me está diciendo algo, necesito saber de tí, tus problemas y tu camino al futuro, que será de esa estrella que saqué adelante con mis enseñanzas, consejos y tan admirable talento-.
-Me siento un poco diferente, confusa y algo en mi interior me dice que tengo que irme antes de que salga peor que lastimada, siempre quise huir de esta realidad, nunca quise ver al final del día que tu no estarás y es mejor perseguir estrellas que se apagan al inventar amores que se van y los que se acaban apenas de empezar-. Comenté tan efusiva como siempre en mis comentarios, el señor Iglesias me había dejado una forma poética de decir me enamoré de tí tan ocultamente.
-Es mejor que vayas a tu casa Rosario, esto está tomando un rumbo que no imagine y que probablemente no te lleve a nada ni a tí ni a mí. Nos vemos mañana en el ensayo- Me ordenó.
Soltó mi mano y me dejó salir, no sin antes decirme con sus ojos algo que pensé y pensé toda la noche como en una manera de encontrarle significado que de alguna manera podía ser creado por mi subconsciente. Y encontré la respuesta, quería decirme algo. Lo sabía, lo sabía, y esperé feliz la llegada del día siguiente.
Ensayamos como cada día, el show era perfecto, la música envidiable y los sentimientos afloraban, a unos metros con batuta en mano estaba él, tan caballero, impecable y semental como siempre. Moría de ganas para correr y envolverme entre sus brazos para escuchar su delicado respirar sobre mi pecho.
Esa tarde, nunca me miró; comencé a pensar que mis confesiones disfrazadas parecían haber causado daño, y que la música del señor Iglesias se volvía cada vez más intrigante al dejarme oír un hombre solo. Siempre lo imagine a él, a metros, dirigiendo y sobre todo aclamando la hermosa melodía que acompañaba el piano del foro.
Me miró antes de irme, traté de buscarlo con la mirada, descubrí que no sabía quien era; solo conocía su nombre y trataba de darle pautas a su vida y a su historia que cada vez se envolvía más de gruesos chismes que a la larga lo hacían perder la noción del trabajo y bajar sus ganas de presentar la gran obra de arte que había creado. Sabía que estaba separado en su matrimonio, era todo. No conocía sus apellidos, su historia ni su vida.
Conocí su aroma, su actitud, sus metas, logros, objetivos, sus ojos, sus manos, su cuerpo, su porte y su espíritu, pero ¿qué era lo que tenía que hacer? El sabía que me encantaba como el gato a su estofado y los millonarios a su dinero. Estaba solo, tenía que verlo y darle una explicación. Tardé horas pensando un plan, hasta que durante la media noche al momento de redactar una tarea de Literatura a última hora, llegó a mi un mensaje que decía: <Sal a tu balcón, necesito verte>.
Me asomé y lo ví; frágil, frío, delicado, caballero, hombre, como cada día de conocerlo con la mirada.
-Ven, baja quiero verte cerca-. Decía con una cara de que nunca podría resistirme.
-Esta bien, espera, no quiero despertar a mi madre-.
CAPITULO III
Es momento
-Ahora sí, aquí me tiene, que necesita señor director- Le reproché.
-Rosario, te quiero a tí, date cuenta, te noté y te ví desde siempre, nunca quize que te faltara nada y procuré llevarte de la mano para ser quien eres hoy, un músico exitoso y sobre todo la persona que abrió su interior para dejar entrar a mi mirada sobre su espíritu y alma que intensificaba cada una de las notas que interpretabas a lo largo de tu estancia en mi vida. Tienes que irte a la Universidad, y no quiero perderte, déjame estar contigo Rosario, quiero amarte tanto como se que me amas tu a mí-
Estaba realmente petrificada y no sabía que decir en ese momento, solo quería abrazarlo y besarlo por el resto de nuestros días.
-Gracias, agradezco que correspondas mis sentimientos y que no sea yo la única loca que siente que tú y yo somos algo que pasa y existe y que complementa, que surge y emerge sentimientos. Sube anda, mamá duerme y sale temprano-.
-Pero Rosario, tienes 18 años, yo soy un hombre de 35; si tu mamá me ve, lo más probable es que me mate de un pico, es mejor que regrese mañana-.
-Llevame contigo, anda- le dije.
-Rosario, tengo una familia y no puedo hacer nada de esto, sabría que sería un error buscarte y tratar de expresar que esta soledad que me inunda se desaparece cuando veo tu rostro y tu cuerpo junto al mío. Me encantas y quisiera que las cosas fueran completamente diferentes, pero no siempre son como queremos-.
-shhhh! Bésame y abrazame, hay que aprovechar que estamos juntos y que queremos complementarnos el uno al otro, ven conmigo anda, sube un rato-.
Era momento de darle rienda suelta a tantos años de enamorarme de la mirada de un ser humano más que estaba siendo parte de mi vida. Yo era tonta, ilusa e inexperta. Quería entregarme en cuerpo y alma a aquél del que me había enamorado tan perdidamente.
Caminamos abrazados hasta mi cuarto y el estaba dispuesto a cuidar cada una de sus acciones. Ya entrados en la pasión que envolvía ese sentimiento a punto de desaparecer comenzamos a mirarnos el uno al otro. Postrados en la cama, semidesnudos y abrazados; mirandonos con cierta delicadeza que todo parecía ser un sueño erótico de algo prohibido.
Lo amé tanto como su esencia al tocarme, era perfecto, el hombre que toda señorita quisiera tener en su casa para amarlo, respirarlo, sentirlo al cabo de que su soledad no se viera tan cruel y afectara su vida en ciertos momentos. Era casado y que importaba, era mío y lo sentía dentro.
Las paredes caían a pedazos que se convertian en nubes de vapor humano y hormonas exitadas que buscaban amor en ese cuerpo y esos ojos más allá de ser quien dirigía mi meta artística eran las que alborotadas movían montañas al ser nosotros quienes consumaron ese amor tan extraño.
Lo abracé y dormimos juntos depués de hacer el amor tan apasionadamente, me importaba lo que pensara mi madre y Lidia en esos momentos. Era feliz y él estaba conmigo. Despertamos juntos y mi madre ya había salido al trabajo como cada mañana para ganarse la vida y apoyar mi carrera y escolaridad.
-Me tengo que ir Rosario, te veo en el ensayo-. Me dijo tan delicadamente.
-Claro, y gracias por esto, eres tan maravilloso como pensé-.
Me tomo de la cadera y me estrechó entre su musculoso cuerpo de hombre maduro y salió de la casa para ir a arreglar todo previo al ensayo general del show.
Últimos ensayos y generales eran lo que separaba nuestra relación con la llegada del fin de curso, mi ida a la Universidad y aquel sentimiento que habiamos creado lejos de todo aquello que podía obstaculizar y ser un problema.
Lo pudé ver otras 6 veces por las noches, salíamos, interpretábamos, cenabamos, caminabamos, nos abrazabamos y nos reflejamos en la soledad del otro, lo cual nos llevó a comprender que necesitabamos fragmentar aquellas discrepancias y volvernos uno solo.
El último ensayo general del concierto fue perfecto y sin errores, listos para debutar y mostrar el talento inmenso de nuestros músicos.
Lo esperé como cada noche en el balcón para sentirlo cerca y abrazarlo horas bajo la luna; nunca llegó.
Sentí curiosidad y lo llamé, nunca atendió. Algo acontecia y yo no estaba cerca. Mi preocupación era cada vez mayor. Fuí a dormir.
Llegué al otro día lista y puesta para el concierto, él no estaba cerca, cada uno de los músicos tomaba su lugar y se alistaba para afinar su instrumento y acomodar sus partituras. Yo lo hacía, y todavía no llegaba. Era casi la hora de la primera función, la fila de entrada estaba a reventar y simplemente el solo me traía de una locura impresionante, sabía que era mi momento.
Encargué mi guitarra y subí a su área de trabajo, estaba ahí, besando a su esposa y acompañados de 3 hermosos hijos que jugaban de una manera tan natural como si para ellos un concierto fuera habitual en su rutina. Un silencio incómodo rodeo la sala y pude escapar diciendo entre lágrimas:
-Director, tiene que bajar a poner orden, ya casi comienza el show-
-Rosario en este momento bajo- . Tenía una mirada de incansable zozobra diciéndome muy adentro "Perdón".
Recordé una estrofa de Iglesias y la canté al bajar la escalera al foro:
"Diré, igual que dicen todos te diré, Tal vez estaba oscuro y te hizo ver, que llevaba de la mano a otra mujer, diré si llego un poco tarde te diré, estuve de negocios otra vez, que las horas se me pasan, sin pensar que estas en casa. Cada vez que me preguntas yo no se, si es mejor seguir fingiendo yo no se, cada vez que me preguntas puedo ver, la tristeza de tu cara, la expresión en tu mirada, porque sabes que no es cierto, y que tengo ya hace tiempo a otra mujer".
No quería saber nada más, estaba destrozada. Demostré mi gran talento sin ninguna emoción al ejecutar mi esperado solo, él estaba ahí como siempre a unos metros; tomando su lugar y recordando con cada mirada inquieta que había sido parte de mí, que nunca habría quien reemplazara cada momento de locura y pasión que nos unió cada vez más.
Todo había terminado, fue feliz, y yo estaba contenta, sin embargo destrozada, siempre supe que hacer este tipo de cosas iba a repercutir en mi sentimiento hacia una persona tan importante.
Me buscó otras veces y no respondí a su amor, muy dentro de mí existía ese sentimiento más era imposible volver a expresar el amor que alguna vez nos juntó.
Trabajamos juntos años más tarde, su mirada siempre fue la misma, inquieta y despertando inquietud en mi. Su roce me provocaban ganas de besarlo y tomarlo frente a quien fuera, incluso su esposa. Fue enfermo y termino con un sentimiento atorado e imposible, quise estar a unos metros de él como buen músico y admirarlo tanto como él a mi valentía de ofrecerle mi amor.
Son solo metros los que nos separan y nos tienen tan unidos.
FIN
Escrito por: Michelle Aguilar De León