Zócalo de la Ciudad de Puebla

Zócalo de la Ciudad de Puebla
Lucha Libre

29 de noviembre de 2018

[La manera en que regaba el jardín (o cómo el agua se evaporó de la tetera).]

Las puertas de este cuarto se hacen pequeñas cuando debo despedirme. Las horas se enferman por saber cuándo será el próximo encuentro. La enfermedad comienza a tomar mi cuerpo en la oscuridad de la noche justo en el momento que te pienso.

El pecho se me aprieta, y al mismo tiempo, es tan grande como la pieza que estoy arrendando. La pieza es grande porque está el colchón que bien conoces tú, el velador donde dejo mis pastillas y el agua, y nada más. Al menos de los artefactos materiales. Lo ausente (y lo significante qué es) es lo que llena este lugar ¿Te acuerdas que te dije algo parecido cuando hablamos la segunda vez?

Solíamos pasear durante el día, el paisaje era nuestro; los ojos se encontraban para reclamarse un beso y un abrazo, cuando aún estos eran cálidos. Lo que llenabas era inmenso; me sentía en casa, tu casa; tu cuerpo. No tengo duda que al cruzar esa puerta que vi pequeña, me encuentre con un par de desconocidos. Nosotros ¿Te acuerdas qué te dije al despedirme?

Gracia la que cubre el camino de espinas, que cubre a su vez el pasto alfombrado de primavera áspera de alergia. Ya la consideración mía era molestia tuya, ya los silencios míos era irritación tuya. Cosas que pertinentemente dejaste ancladas acá, hora eterna. Hora puntual cruel puñal, acaramelado por tu buen manejo de palabra cual malabarista de los semáforos. Yo, sigo con la botella y el paño preguntando ¿Le limpio el vidrio tío? ¿Te acuerdas del sonido de mi bruxismo?

Qué extraño debe ser para aquel que nos mire lejano. Que pensamientos correrán por la cabeza de aquellos dos vagos. El desaliento que la gente lleva rato escuchando me regala un sólido mensaje de paz. Los que se hacen sordos lo saben, y dejan que poco a poco del fondo se levante la nada que se va de ti. La que antes llenaba el camino ¿Te acuerdas de las noches llenas de calma?

Todos los caminos que llevaban a Roma son los que transita los hermanos de Emmaus con las donaciones de las casas proletas. El camino sigue lleno pero de fracciones de vida de otras personas. Esas mesitas de centro con flores del jardín o robadas del parque, un recuerdo de la visita a Bariloche.
El vidrio siempre triunfa sobre la madera, y el cristal con que construyo mis recuerdos de lo que éramos se hace cada vez más borrascoso. Te mentiría si te digo que entiendo la circunstancia, pero mi bradipsiquia me atrapa y me deja moverme sólo en reminiscencias melancólicas. No tiene usted derecho de pedirme nada desde su posición ¿O sí? ¿Cuándo te vas a llevar el dolor de mis rodillas de tanto ir a la siga tuya? ¿De ti a la siga de otras personas siempre?

Si en un principio me sentiste libre, qué logró ponerme cadenas. El peso que me generó dolor durante mi partida esclareció. La materia prima de la vida. Las propiedades y la química. La explosión de reacciones inesperadas. Lo decorado de las calles de tu ciudad. Entonces volví a la mía, y noté que ya no estabas ahí. Que reclamabas y reclamaste por mi atención. Que los pájaros cantaron tu despedida. Que en mi mesa no estaba tu medicina y que en mis sueños no había promesas. Que de mi cabeza desaparecías ¿Te parece justo que me olvide? ¿O pretendes que te piense en silencio? En un espacio de mi consciencia...

En ese mismo espacio que habías todo hay fragmentos de lo que dejaste en mi. Yo, cual artesana tomé los pedazos de mármol escarmentados y me hice un escapulario. La foto de Santa María Guadalupe ilumina las esquirlas del vidrio que alguna vez empañamos. Veo a través de él y logro ver la valentía que me queda para hacer este manifiesto:
Otórgeme la voluntad, devuélveme la consciencia, que la memoria ya causa estragos en mi orden de los hechos.
Comencé a hablar del fin al comienzo sabiendo de dónde iba a parar todo.
Y aquí estoy en pie, parando todo nada más con estas dos manos que comienzo a reconocer. Me toco, me aseguro que ninguna parte falte, ya que es claro lo que sobra. La mesa está servida y el té para tres es lo mejor que puedo ofrecer ahora. Mantel a cuadros, unos servicios y vasos que fuimos a buscar a una feria. No, ya no hablo de justicia ni del mundo justo ni de los destinos de hilo rojo. Soy es ser y estar. Y aquí estoy.

Los días pasan y cada vez recuerdo menos. Las noches de historias y risas, las mañanas con un desayuno. Los besos de despedida. Cada minuto qué pasa se deja ver menos ansioso. Si tuviera que hablar de ti mañana, no recurriría a los malos modos y las malas costumbres. El cuento iría a tu favor, para que te pensaran único. Para que no reconocieran aquella debilidad mía que hizo perderme en ti y tu egoísmo. Y aquí estoy.



It Doesn´t Matter To Him - John Grant 



Escrito por: Polo Plantha y Michelle De León
Arte: Manolo Vida